Ella, que era una estatua hermosa, cubierta por el viento en el invierno, que acariciaba su piel, podía sentir más allá de la luz del sol que le calentaba su cuerpo de piedra.
Ella, que callada y triste sonreía, como si pudiera engañar a la alegría, como si supiera, despertó su ser en otros estados, y de pronto le cantó a los pájaros del amanecer, caminando entre las palomas,
con su desnudez más intima sedujo al viento que le acarició los labios y su cintura, cada vez con mas fervor, levantando las hojas caídas de los árboles al rededor, murmurando en sus oídos, diciéndole que hacer.
La guió hacia un jardín desierto donde las estatuas se bañan en una gran fuente mágica y dorada.
-Ahora dejáme que te acaricie- dijo el viento en voz baja.
La estatua abrió sus ojos, y descubrió al viento, mirándola fijamente. Se abrazaron.
u.V
Te echaba mucho de menos.
ResponderEliminarMe alegra ver que vuelves en plena forma.
Un abrazo.
John W.
El viento que besa una estatua, amor de poesía...Qué metáforas y personificaciones más bellas.
ResponderEliminarBesitos.
Siento debilidad por esas solitarias estatuas de los jardines. Siento también debilidad por la belleza y originalidad de tus escritos...La unión de los dos factores ha conseguido cautivarme!
ResponderEliminarUn saludo admirado!
LLegué a tu casita de caracol por casualidad y me he quedado reposando en ella, aquí se respira paz y sosiego. Gracias por dejarme estar, volveré.
ResponderEliminarUn cordial saludo.
qué hermosa historia,es deliciosa!
ResponderEliminarmil besos*
y constantemente abrazamos al viento y le besamos y le palpamos sin sentirnos ser, pero si sentirnos sentir. Ir más allá de tocar sus partículas, si no sentir destruir hermosamente su forma y fondo,
ResponderEliminarSaludos.
Que buen escrito...son relajantes y como las estatuas, invitan a la reflexión.
ResponderEliminarSaludos.